| Summary: | Cuando volví a Managua, los albaceas del arte me preguntaban si conocía a Yolanda Rossman. No sabía qué decir. Había una señorita de apellido Rossman, en Puerto Cabezas, que estudió en el Colegio Moravo de Bluefields en mis tiempos y que recuerdo su nombre porque era una ilusión celeste que hacía soñar a Federico, Fedá, mi vecino amigo. Pero no podía ser la misma "muchacha", porque habían pasado demasiados años de aquélla a ésta. Sin embargo, después de tanto oír el nombre de Yolanda Rossman, la gran sensación de la nueva poesía de la Costa Caribe de Nicaragua, comencé también a preguntar por ella y la encontré junto a mis recuerdos de Bilwi, Puerto Cabezas: "El aire oloroso a mar acaricia mi rostro.
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