Seguridad y Violencia en América Latina en la segunda mitad del siglo XX Militarismo en América Latina y la Guerra Fría

Este artículo explora la doctrina de seguridad y su reformulación, las guerras de baja intensidad (GBI), como estrategias fundadas en la necesidad territorial y política estadounidense de mantenerse en el poder a costa de las posibilidades de autogestionamiento de América Latina, las cuales han logr...

Descripción completa

Detalles Bibliográficos
Autor principal: Lopez Loría, Maite Cristina
Formato: Online
Idioma:spa
Publicado: Instituto de Estudios Latinoamericanos 2020
Acceso en línea:https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna/article/view/13599
Descripción
Sumario:Este artículo explora la doctrina de seguridad y su reformulación, las guerras de baja intensidad (GBI), como estrategias fundadas en la necesidad territorial y política estadounidense de mantenerse en el poder a costa de las posibilidades de autogestionamiento de América Latina, las cuales han logrado imponerse en Nuestra América debido a un viejo militarismo criollo y una sociedad de clases fragmentada cuyas relaciones de poder verticales y destructoras están enraizadas en la construcción de Estados-nación. Esta historicidad clasista e imperialista latinoamericana ha llevado a la destrucción de comunidades, culturas y explotación de recursos y personas, por medio de la impunidad ejercida por Estados terroristas y la institucionalización de la violencia estructural en Nuestra América. Las violencias vividas en los tiempos de guerras, la institucionalización del terror, la manipulación de las masas, el desplazamiento de miles de personas, el genocidio institucional, el abarcamiento de todas las herramientas de progreso, y el fallo absoluto de Estados como cohesores socioculturales y promotores de la paz conllevan la construcción de una cultura de violencia latinoamericana. A pesar de las medidas intercontinentales y la aplicación de las políticas de Mano Dura o la Guerra contra las drogas, los resultados han sido negativos y las consecuencias han profundizado las redes del crimen organizado, la violencia, la crisis económica de los Estados y la desconfianza en los mismos. De manera que la violencia en América Latina no se puede medir regionalmente ni combatir de forma unilateral, al contrario, debe manejarse localmente con un esfuerzo estatal y comunitario interdependientemente.