Sumario: | [Ponencia Pre-Congreso Internacional de Educación Superior, Universidad Nacional de Ciencias Forestales (UNACIFOR), Siguatepeque, Honduras, 23 al 25 de agosto del 2022]
Los adultos mayores entran (o vuelven) al sistema de educación superior por diversas razones. Por ejemplo, para reemplazar la enseñanza superior que no tuvieron o que abandonaron cuando era más jóvenes por diversas circunstancias; adquirir habilidades básicas de educación como la lectura, escritura e historia como mecanismo de mantener su cerebro trabajando; por haberse pensionado de su trabajo y ver en la Universidad un oasis de desarrollo de sus capacidades, por lo tanto, seguir aprendiendo como parte del desarrollo personal o por placer; entre otras. Sin embargo, en el caso de El Salvador y el resto de los países de Centroamérica es escasa o casi nula la existencia de normativas, programas de estudios y Universidades destinadas especialmente al tratamiento de la enseñanza y el aprendizaje del adulto mayor, puesto que las exigencias y condiciones para enfrentar estos procesos en este escenario educativo es bastante burocrático. Como principal antecedente se trae a referencia, una de las primeras Universidades de la Tercera Edad (UTE) la cual “tiene referente en 1973 en Toulouse (Francia) a iniciativa de Pierre Vellas (1924-2005). El origen del proyecto tuvo como objetivo dar a las personas adultas mayores un programa de actividades que respondería a sus condiciones, necesidades y aspiraciones en esta etapa de la vida” (Saldaña, et al. 2017, p.3)
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